Hay muchas empresas cuyo principal negocio se establece en una época del año, ya sea en Navidades, en las vacaciones de verano, etc. En la mayoría de estos casos, estas empresas tienen las denominadas «campañas» laborales, que implica que durante un periodo de tiempo no determinado el volumen de trabajo crece considerablemente.
Al analizar la rentabilidad de este tipo de empresas, gráficamente es fácil identificar lo que se considera «picos de trabajo». Los picos, en empresas con gran volumen de facturación, se corresponden con montañas gráficas que durante meses están en crecimiento, hasta el punto de que su caída no es abrupta, sino paulatina, normalmente por facturación, devoluciones y acciones similares.
En qué consiste la teoría de la montaña
La teoría de la montaña a nivel empresarial identifica que es la parte fija o constante de la empresa, la que debe abordar la mayor parte del trabajo (simbolizado en la montaña), dejando los picos a subcontratas o contrataciones de trabajo por obra o temporal, hasta que pase el alto volumen existente.
Esta teoría llevada a la práctica, permite con mayores costes mantener un volumen de trabajo estable, de forma que la gráfica de rendimiento es una llanura la mayor parte del año y las montañas más abruptas de lo inicialmente pensado.
¿Qué sucede en la realidad?
Muchas empresas dan la vuelta a la montaña. Es decir que los empleados fijos todo el año abarcan el mínimo trabajo y la mayor parte de personal contratado para campaña aborda el resto de la montaña.
Lo que en un principio puede identificarse como un claro ahorro de costes, no solo no lo es, sino que se pone en riesgo toda la viabilidad empresarial.
Para empezar, mediante esta estrategia, las montañas presentadas son mucho más anchas. Se necesita un mayor volumen de profesionales para abarcar el trabajo al que no están acostumbrados, por ser de campaña, de manera que el final de la montaña se alarga innecesariamente y, con ello, los sueldos de todos los trabajadores durante meses.
Pero el mayor peligro no está en la contabilidad empresarial, sino en lo errático del trabajo. Los contratos por obra o temporales que cada año suelen ofrecerse a profesionales con experiencia en el sector o en la misma empresa, se enfrentan al riesgo de que esos profesionales encuentren trabajo durante el resto del año.
Sin necesidad de avisar a la empresa del trabajo de campaña y pocas expectativas de regreso por un contrato poco atractivo, la empresa puede verse en una situación en la que comienzan a aparecer montañas de trabajo y sus profesionales fijos solo están acostumbrados a abarcar los picos. La pérdida de clientes o el gasto superior en profesionales nuevos a los que además hay que formar, desaconsejan esta práctica empresarial.